lunes, 9 de mayo de 2011

Algunas cosas que aprendí en el Yunque: la formación

Si hay algo que, con el tiempo, he agradecido de mi paso por el Yunque, fue el hecho de que me ayudaran a valorar la necesidad del estudio y la formación. Es algo que me gustaría poder transmitir a mis hijos.
Y es que yo era bastante mal estudiante, la verdad, y con poca fuerza de voluntad para sentarme delante de los libros. De hecho, me pasaba muchas tardes con los apuntes en la mesa de casa oyendo a escondidas la radio y luego, terminaba al final con unos esfuerzo de última hora de órdago que me servían para sacar aprobados “por los pelos” en el mejor de los casos, algún 6 y con más regularidad de la deseada, suspensos.
Sin embargo, recuerdo muy bien cómo me cambió la visión de la “tortura” del estudio gracias a uno de mis jefes en el Yunque. Me exigía y me perseguía para saber si estaba estudiando o no. Y así pasé de sufrir sin sentido a comprender que cada hora de estudio, con todo lo horroroso que me parecía, ofrecida al Señor como sacrificio, era como una hora de oración.
Esa clave hizo que mis notas mejoraron notablemente y gracias a eso pude disfrutar mucho más de mi etapa de estudiante.
En ocasiones, traslado esa equivalencia de una hora de estudio es una hora de oración a los días duros de trabajo, cuando más cuesta madrugar, o en las cosas más complicadas o desagradables de cada día.
También en referencia a la formación, se me abrió el apetito por la lectura, tanto de libros de espiritualidad, como de historia o los relacionados con política y actualidad, que eran los que más me gustaban.